Los geólogos opinan que la colisión de los continentes reactivó varias
de las zoans profundas de las fracturas siberianas, una de las cuales se conoce
con el nombre de fosa del Baikal. Con el tiempo, los cursos de agua procedentes
de las montañas colindantes depositaron en esta falla más de siete kilómetros
de sedimentos. Luego, el agua la colmó y dio lugar al lago actual. Hoy, más de
trescientos ríos y arroyos desembocan en el Baikal, pero solo uno, el Angara,
nace de él.
Hay quien se pone nervioso cuando navega por el lago Baikal debido a que
sus aguas cristalinas permiten ver hasta 50 metros (150 pies) de profundidad,
como si no hubiera nada de por medio. La calidad del agua está a cargo de un
ejército de cangrejos minúsculos llamados episura que la filtran, lo que
elimina las algas y bacterias que enturbian muchos lagos. En la tarea también
colaboran múltiples especies de crustáceos que deambulan devorando desechos
orgánicos que de otro modo se descompondrían. El agua alcanza tal pureza que
hace dos años, cuando se recogió una muestra para analizarla, fue el recipiente
de vidrio el que la contaminó.
Las aguas del lago
no solo son célebres por su transparencia, sino que, además, poseen un alto
contenido de oxígeno. En sus frías y límpidas aguas crece un bosque submarino.
Un tipo de esponjas verdes se ramifican como si fueran corales y dan cobijo a
una multitud de pequeñas criaturas. Por otra parte, infinidad de organismos amantes
del calor se agrupan alrededor de las fuentes hidrotermales. Mil quinientas de
las más de dos mil especies que pueblan el lago solo pueden encontrarse en el
Baikal.
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